Domingo de Resurrección

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Domingo de Resurrección 🙌🏻
El Evangelio de hoy
Juan 20,1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. Porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión
La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron” para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse”, abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.
El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer… Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.
Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los hombres y las mujeres.
Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz con ustedes”. «No tengas miedo, he resucitado y siempre estaré con ustedes ”.
(Papa Francisco).

Oración
Señor Jesús, por tu resurrección sé que estoy llamado a resucitar, para eso es la vida, para eso he sido creado. Te suplico que seas Tú la luz en mi camino y, en este momento de oración, ayuda a mis sentidos para que sepan recogerse en el silencio interior y exterior, para poder aspirar a contemplar tu gloriosa resurrección. Amén.

Acción
Pondré especial atención a la convivencia familiar, para que este día esté caracterizado por la alegría.
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𝑴𝒆𝒏𝒔𝒂𝒋𝒆 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑷𝒂𝒍𝒂𝒃𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝑫𝒊𝒐𝒔
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Vigilia Pascual

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Vigilia Pascual🕯
El Evangelio de hoy
Marcos 16, 1-7

Transcurrido el sábado, María Magdalena, María (la madre de Santiago) y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, se dirigieron al sepulcro. Por el camino se decían unas a otras: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?”. Al llegar, vieron que la piedra estaba quitada, y eso que era muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven vestido con una túnica blanca, sentado en el lado derecho, y se llenaron de miedo. Pero él les dijo: “No se espanten. Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí. Ha resucitado. Miren el sitio donde lo habían puesto. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro: ‘Él irá delante de ustedes a Galilea. Allá lo verán, como él les dijo’ “.

Reflexión
Celebrar la Pascua no es cuestión de recordar el acontecimiento que cambió el rumbo de la historia humana. Celebrar la Pascua es injertarnos nosotros en ese movimiento que grita a este mundo injusto que otra sociedad sí es posible. Que la misericordia, el perdón, la ternura y el servicio en bien de los más necesitados es el camino a la vida abundante de Dios. Gritar al mundo que la guerra, la violencia, la arrogancia, la opresión y la exclusión sólo engendran miedo y muerte entre los pueblos y la familia humana. Para nosotros los cristianos, la Resurrección es la respuesta de Dios ante un Jesús de Nazaret que parecía ser todo un fracaso. Ante el vil asesinato de Jesús, planificado y ejecutado por las autoridades políticas y religiosas, Dios no pudo permanecer callado; Dios rompió su silencio para decirles a los verdugos de todos los tiempos que ellos no tendrán la última palabra. Con la resurrección de su Hijo Dios manifiesta al mundo que la solidaridad y el amor, que el perdón y la misericordia, que la fraternidad y la igualdad prevalecerán sobre el poder económico y el poder religioso. La resurrección de Jesús es el grito de Dios a toda la humanidad de que la maldad, la violencia, la guerra y la muerte de los fuertes sobre los débiles, de los grandes sobre los pequeños, jamás triunfarán sobre la tierra.

Oración
Señor Jesús, tú qué resucitaste de la muerte a la vida, perdona mis debilidades, mis dudas, mis temores; además enséñame a ser un verdadero testigo de tu Resurrección. Amén.

Acción
Hoy dedicaré unos minutos para estar en compañía de aquél que va ha resucitar y que está siempre a nuestro lado.
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Viernes Santo

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Viernes Santo ✝️📿
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Juan 18, 1 – 19, 42

C. Cronista


  • Jesús
    S. Discípulos, pueblo y otros personajes

C. Salió Jesús de la sala donde había celebrado la última cena con sus discípulos, y se fue con ellos al otro lado del torrente Cedrón, y entraron a un huerto que había allí. Judas, el traidor, también conocía ese lugar, porque Jesús muchas veces se había reunido allí con sus discípulos. Judas, pues, acompañado de la tropa y algunos sirvientes cedidos por los sumos sacerdotes y los fariseos, fue al huerto con antorchas, lámparas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó:

  • ¿A quién buscan?
  • C. Ellos le contestaron:
  • S. A Jesús, de Nazaret.
  • C. Él les dijo:
  • Yo soy.
  • C. Judas, el traidor, también estaba con ellos. Apenas les dijo Jesús: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron al suelo. Jesús les preguntó otra vez:
  • ¿A quién buscan?
C. Ellos le dijeron:
  • S. A Jesús, de Nazaret.
  • C. Jesús respondió:
  • Ya les dije que yo soy. De manera que si me buscan a mí, dejen que estos se vayan.
  • C. Así debía cumplirse lo que había dicho: “No dejé que se perdiera ninguno de los que me diste”. Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó y de un tajo le cortó la oreja derecha a un esclavo del sumo sacerdote. El esclavo se llamaba Malco. Entonces le dijo Jesús a Pedro:
  • Guarda de nuevo la espada. Yo tengo que pasar el trago amargo que me dio mi Padre.
  • C. Entonces la tropa con su capitán y los sirvientes de las autoridades judías pusieron preso a Jesús, lo ataron y se lo llevaron primero a Anás, el suegro de Caifás. Caifás era sumo sacerdote ese año, y fue el que dijo a las autoridades judías que más valía que un solo hombre muriera por el pueblo. Simón Pedro y otro discípulo se fueron detrás de Jesús. Ese otro discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús al patio del palacio del sumo sacerdote, mientras que Pedro se quedó fuera junto a la puerta. Entonces el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, salió y habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera le preguntó a Pedro:
  • S. ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?
  • C. Él respondió:
  • S. No soy.
  • C. Los esclavos y los sirvientes habían encendido brasas y estaban ahí calentándose, porque hacía frío. Pedro se quedó con ellos calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre lo que enseñaba. Jesús le respondió:
  • Yo he hablado en públicos delante de todo el mundo. Yo siempre enseñé en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos; no dije nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que han escuchado mis palabras. Ellos saben lo que yo he dicho.
  • C. Apenas dijo esto, un sirviente que estaba ahí le dio una bofetada a Jesús y le dijo:
S. ¿Así contestas al sumo sacerdote?
  • C. Jesús le respondió:
  • Si hablé mal, muestra en qué está lo malo; pero si hablé bien, ¿por qué me pegas?
  • C. Entonces Anás envió a Jesús atado a donde el sumo sacerdote Caifás. Pedro seguía ahí calentándose. Entonces le preguntaron:
  • S. ¿No eres tú también de sus discípulos?
  • C. Pero él lo negó diciendo:
  • S. No soy.
  • C. Uno de los esclavos del sumo sacerdote, pariente del hombre al que Pedro le había cortado la oreja, le dijo:
  • S. Yo te vi en el huerto con Él.
  • C. Pero Pedro lo negó otra vez. Y en seguida cantó un gallo.
  • De donde Caifás se llevaron a Jesús al pretorio. Ya había amanecido. Pero los que lo llevaron no entraron al pretorio para no quedar impuros y poder así comer el cordero pascual. Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó:
  • S. ¿Qué acusación tienen contra ese hombre?
  • C. Ellos le respondieron:
  • S. Si no fuera un criminal, no te lo hubiéramos entregado.
  • C. Pilato les dijo:
  • S. Llévenselo ustedes y júzguenlo según su ley.
  • C. Los judíos le contestaron:
  • S. Nosotros no tenemos autoridad para dar muerte a nadie.
  • C. Así debía cumplirse lo que Jesús había dicho para indicar la manera como iba a morir. Entró de nuevo Pilato al pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:
  • S. ¿Eres tú el rey de los judíos?
  • C. Jesús le respondió:
  • ¿Dices tú esto por tu propia cuenta, o porque otros te lo dijeron de mí?
  • C. Pilato respondió:
  • S. ¡Yo no soy judío! Gente de tu propio pueblo y los sumos sacerdotes vinieron aquí a entregarte. ¿Qué fue lo que hiciste?
  • C. Jesús respondió:
  • No es el mundo el que me ha hecho rey. Si el título de rey me viniera de este mundo, tendría gente a mi servicio que peleara para que yo no cayera en manos de las autoridades judías. Pero mi título de rey no viene de aquí abajo.
  • C. Pilato le dijo:
  • S. Entonces, ¿sí eres rey?
  • C. Jesús respondió:
  • Eres tú quien lo dices. Yo he nacido y venido al mundo para esto: para dar testimonio a favor de la verdad. Todo el que está por la verdad escucha mi voz.
  • C. Pilato le preguntó:
  • S. ¿Y qué es la verdad?
  • C. Pero al decir esto salió de nuevo a hablar con los judíos y les dijo:
  • S. Yo no encuentro en Él razón alguna para condenarlo. Pero es costumbre entre ustedes que yo les deje libre a alguien con ocasión de la Pascua. ¿Quieren que les deje libre al rey de los judíos?
  • C. Ellos gritaron otra vez y dijeron:
  • S. ¡A ese hombre no! ¡Suéltanos a Barrabás!
  • C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato se llevó a Jesús y lo hizo azotar. Además los soldados trenzaron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza, y lo vistieron con un manto rojo. Y se le acercaban y le decían:
  • S. ¡Viva el rey de los judíos!
  • C. Y le daban bofetadas. Entonces salió Pilato otra vez y les dijo a los judíos:
  • S. Miren: aquí se lo traigo. Quiero que se den cuenta de que no encuentro en Él razón para condenarlo.
  • C. Y salió Jesús con la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo:
  • S. ¡Ahí tienen al hombre!
  • C. Apenas lo vieron los sumos sacerdotes y los sirvientes, gritaron:
  • S. ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
C. Pilato les dijo:
  • S. Llévenselo ustedes y crucifíquenlo. Porque yo no encuentro en Él razón para condenarlo.
  • C. Los judíos le replicaron:
  • S. Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley tiene que morir, porque se declaró Hijo de Dios.
  • C. Cuando oyó Pilato estas palabras, se fue atemorizando más y más; y entró de nuevo al pretorio y le preguntó a Jesús:
  • S. ¿De dónde eres?
  • C. Pero Jesús no le respondió. Entonces Pilato le dijo:
  • S. ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para dejarte libre y también para crucificarte?
  • C. Jesús le respondió:
  • No tendrías autoridad sobre mí si Dios no te lo permitiera. Por eso, más culpable es el que me entregó a ti.
  • C. Al oír esto, Pilato trató de dejarlo libre. Pero los judíos gritaron:
  • S. Si dejas libre a este, no eres amigo del emperador, porque todo el que se proclama rey se pone en contra del emperador.
  • C. Cuando Pilato oyó estas palabras, sacó a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llamaban “El Empedrado”, en hebreo Gabatá. Era la víspera de la Pascua, alrededor del mediodía. Entonces les dijo a los judíos:
  • S. ¡Ahí tienen a su rey!
  • C. Ellos gritaron:
S. ¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!
  • C. Pilato les dijo:
  • S. ¿Quieren que crucifique a su rey?
  • C. Los sumos sacerdotes respondieron:
  • S. ¡No tenemos más rey que al emperador!
  • C. Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran. Se llevaron, pues, a Jesús. Y cargado con la cruz, salió de la ciudad hacia el llamado Lugar de la Calavera, o en hebreo Gólgota. Allí lo crucificaron, y con Él a otros dos: uno a cada lado, y Jesús en el centro. Pilato además mandó escribir un letrero para ponerlo encima de la cruz. Lo que estaba escrito era: “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”. Como el sitio donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad y el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego, muchos judíos lo leyeron. Pero los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
  • S. No debieras haber escrito “El rey de los judíos”, sino “Dijo que era el rey de los judíos”.
  • C. Pilato respondió:
  • S. Lo escrito, escrito queda.
C. Los soldados, después de que crucificaron a Jesús, se apoderaron de su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado, y se quedaron también con su túnica. Y como no tenía costuras, sino que estaba tejida de una sola pieza, se dijeron:
  • S. No la rasguemos; más bien echémosla a suerte, para ver a quién le toca.
  • C. Así debía cumplirse lo que dice la Escritura: “Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica”. Esto fue lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban también su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Al ver a su madre y cerca de ella al discípulo que Él tanto amaba, Jesús le dijo:
  • Mujer, ahí está es tu hijo.
  • C. Luego dijo al discípulo.
  • Esta es tu madre.
  • C. Y desde aquel momento el discípulo la recibió como su propia madre. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:
  • Tengo sed.
  • C. Había allí una vasija llena de vinagre; empaparon, pues, una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús:
  • ¡Todo está cumplido!.
  • C. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Todos se arrodillan y se hace una pausa
C. Como era víspera del sábado, los judíos le pidieron a Pilato que mandara quebrar las piernas de los crucificados y retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz hasta el día siguiente, que era un sábado muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Pero cuando llegaron a Él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que lo vio lo atestigua: su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Porque todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura:
  • No le quebrarán ningún hueso”. Y otro pasaje de la Escritura dice: “Mirarán al que traspasaron”. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero a escondidas por miedo a las autoridades judías, le pidió a Pilato permiso para llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato se lo concedió. Entonces fue y se llevó el cuerpo. También fue Nicodemo, aquel que la primera vez había ido de noche a ver a Jesús, y llevó una mezcla de mirra y áloe, como unos treinta kilos. Entonces tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, embalsamándolo con las sustancias aromáticas, según la costumbre que tienen los judíos para enterrar. En el lugar en que Jesús fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro recién excavado, en el que todavía no habían enterrado a nadie. Así, pues, como ese día era víspera del sábado judío, y ese sepulcro estaba cerca, en él sepultaron a Jesús.

Reflexión
“Hoy celebramos ya la Pascua, en su primer momento, el de la Muerte.
La Pascua abarca un doble movimiento, descendente y ascendente, y es un único acontecimiento: muerte y resurrección del Señor. Los tres días se celebran como un único día, y tiene una única Eucaristía, la de la Vigilia, punto culminante del Triduo, donde no se recordará sólo el aspecto glorioso, sino toda la «inmolación del Cordero Pascual».
Pascua no es sólo la resurrección: antes es la Muerte. No podemos quedarnos en celebrar sólo la Muerte, pero tampoco sólo en la glorificación. Por eso, la celebración de hoy con un tono de fe pascual y esperanza, tiene con todo un clima de sobriedad y admiración contenida por el gran acontecimiento de la entrega del Siervo hasta la muerte”.

Oración
Señor Jesús, que nos has rescatado con tu muerte en la cruz, permítenos seguir cada día tus huellas de amor y de servicio. Amén.

Acción
Hoy rezaré el viacrucis con mi familia y contemplaré en silencio al crucificado.
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𝑵𝒖𝒏𝒕𝒊𝒖𝒎 𝑽𝒆𝒓𝒃𝒊 𝑫𝒆𝒊
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Jueves Santo

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Jueves Santo 🍞🍇
El Evangelio de hoy
Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?». Jesús le replicó: «Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dijo: «Tú no me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». Entonces le dijo Simón Pedro: «En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos». Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios.
Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan».

Reflexión
Hoy, Jueves Santo, vamos a celebrar con gozo la entrega de amor más sincera y verdadera que se haya dado en toda la historia de la humanidad. Jesús, reuniendo a sus discípulos, en la cena, nos deja un memorial, un alimento que nos da la salvación. Nos ofrece verdaderamente su cuerpo y su sangre. Él, no ha venido a ser servido, sino a servir. Por eso, se ciñe una toalla y en señal de humildad se pone a lavar los pies de sus discípulos, aunque alguno se niegue. También recordemos que Cristo instituye el orden sacerdotal en ese mismo momento. Ser “otro Cristo”, conlleva besar las manos de los que son últimos, los que son marginados… No se puede ser un buen sacerdote sino se sirve desde la humildad y el último puesto como Cristo lo hizo.
Para Jesús, “amar hasta el extremo” significa dar lo más preciado que puede tener una persona por amor hacia los demás. Esto se resume en dar la vida. Por eso, hoy, Jesús les quiso enseñar con su ejemplo, de primera persona que amar es servir. No se puede amar siendo servido, sino, que amar es darse a los demás. Amar es estar en el último puesto.

Oración
Señor Jesús, buen Pastor ayuda a todos los sacerdotes a ser verdaderos pastores y servidores en medio del mundo. Amén.

Acción
Hoy haré una oración por un sacerdote, para que Dios les dé la fortaleza y sabiduría necesaria en su ministerio y tendré un gesto de amor con los que me rodean.
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Miércoles Santo

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Miércoles Santo💰
El Evangelio de hoy
Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?» Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él respondió: «Vayan a la ciudad, a casa de fulano y díganle: ‘El Maestro dice: Mi hora está ya cerca. Voy a celebrar la Pascua con mis discípulos en tu casa’». Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, se sentó a la mesa con los Doce y mientras cenaban, les dijo: «Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme». Ellos se pusieron muy tristes y comenzaron a preguntarle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?» Él respondió: «El que moja su pan en el mismo plato que yo, ése va a entregarme. Porque el Hijo del hombre va a morir, como está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido». Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Acaso soy yo, Maestro?» Jesús le respondió: «Tú lo has dicho».

Reflexión
Uno de los valores fundamentales del cristianismo es la amistad. En el evangelio de San Juan, Jesús llega a decir: ya no los llamo siervos sino “amigos”. En ese mismo evangelio Jesús moja un pan y se lo da a Judas, signo de profunda amistad.
Esto es algo que Judas, por más confundido que hubiera estado sobre la identidad de Jesús, nunca entendió. Había estado con Él tres años y no había llegado ni siquiera a tenerlo como amigo. Es triste que muchos cristianos padezcan de este mismo mal y no sepan valorar la amistad, ni de Jesús, ni de aquellos con los que comparten su vida (papás, hermanos, compañeros).
Cuando uno no es capaz de desarrollar una amistad, es la persona más vacía y solitaria, pues el verdadero amor es el del amigo. Esta ausencia lleva al hombre, como llevó a Judas, a cometer las acciones más tristes del mundo. No dejemos solo a Jesús en esta Semana Santa. Démonos un tiempo para participar plenamente. Mostrémosle que verdaderamente lo tenemos como amigo.
(Evangelización Activa)

Oración
Señor Jesús, eres mi ayuda, por eso no quedaré confundido, y sé que no quedaré avergonzado. Pues sé qué cercano estas de mi de y que me haces justicia. Señor, si tu eres mi ayuda nadie se atrevería a condenarme. Amén.

Acción
Hoy dedicaré un rato de oración para confiar a Dios toda mi vida: el pasado, el presente y mi futuro.
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Martes Santo

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Martes Santo 🪔
El Evangelio de hoy
Juan 13, 21-33. 36-38

En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: «Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar». Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: «¿De quién lo dice?» Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?» Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar». Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.
Jesús le dijo entonces a Judas: «Lo que tienes que hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’». Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces».

Reflexión
Podemos imaginar la situación en la mesa: «uno de ustedes me va a entregar», dice Jesús, pero ¿quién? Seguramente que todos nosotros, de haber estado en la mesa, nos hubiéramos preguntado a nosotros mismos ¿será posible que yo sea el que va traicionar al Maestro? Y la verdad es que la respuesta es «Sí».
Cada vez que, a pesar de que sabemos que lo que vamos a hacer, es contra la fe, contra nuestro prójimo, contra Dios mismo, y lo realizamos, estamos actuando de la misma manera que Judas: estamos traicionando la confianza de Jesús. Él nos llama amigos, nos ha llamado para seguirlo y para ser un instrumento de su amor y de su gracia, y en lugar de ello preferimos nuestros propios caminos, nuestros propios métodos y metas.
El mismo Pedro, que amaba con todo su corazón a Jesús, que decía estar dispuesto a morir por él, lo negará no una, sino tres veces. Y es que no tenemos fuerza para ser fieles, pues esta fuerza viene de Dios. El amor al Maestro y el poder del Espíritu que mora en nosotros, son los únicos elementos que nos hacen ser verdaderamente fieles. Busquemos en estos días crecer más en el amor para que el Espíritu se fortalezca y podamos experimentar una Pascua maravillosa.
(Evangelización Activa)

Oración
Señor Jesús, se muy bien que si tu no eres quien me edifica, en vano me cansaría construyendo, por eso me abandono a tu compasión admirable. Te pido, Señor que a la hora de la tentación me revistas de tu armadura y pueda resistir firme en la fe.

Acción
En un momento de oración pondré en las manos de Jesús todas aquellas cosas que me preocupan o me inquietan, sabiendo que él nunca me abandona.
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Lunes Santo
El Evangelio de hoy
Juan 12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó entonces una libra de perfume de nardo auténtico, muy costoso, le ungió a Jesús los pies con él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó con la fragancia del perfume.
Entonces Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que iba a entregar a Jesús, exclamó: «¿Por qué no se ha vendido ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?» Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa, robaba lo que echaban en ella.
Entonces dijo Jesús: «Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán».
Mientras tanto, la multitud de judíos, que se enteró de que Jesús estaba allí, acudió, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien el Señor había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes deliberaban para matar a Lázaro, porque a causa de él, muchos judíos se separaban y creían en Jesús.

Reflexión:
María, la hermana de Lázaro, en el pasaje que hemos leído, busca manifestarle a Jesús su amor, dándole lo mejor que tiene, lo más precioso, lo más caro; no escatima nada cuando se trata del Señor.
En estos días santos, días en los que muchos aprovechan para descansar, debemos aprender de María, a darle a Jesús lo mejor, no sólo de nuestras cosas físicas sino de nuestro tiempo. No dejemos que nuestro descanso nos lleve a no darle importancia a esta semana tan importante en la que recordamos y volvemos a vivir, con toda la comunidad cristiana, los misterios de nuestra redención.
Es importante descansar, pero hay que hacerlo como lo hacía la familia de Lázaro: «Con el Señor». Como la familia de Lázaro, invitemos a Jesús a nuestras vacaciones y a nuestro descanso. Que Él sea el huésped de honor de nuestras vacaciones, démosle su lugar y aún más, lo mejor de nosotros. Manifestemos también en nuestro descanso que somos amigos y seguidores de Jesús.
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, déjame descubrirte durante todo este día, déjame encontrarte en cada paso que doy, déjame ver cómo aún caminas entre nosotros, escondiéndote. Abre mis ojos, Señor, que quiero descubrirte, mirarte y amarte. Amén.

Acción:
Hoy estaré muy atento a descubrir a Jesús en las personas que me rodean.
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Domingo de Ramos

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Domingo de Ramos🌿
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Marcos 14, 1-15,47

Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían: «No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse».
Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados: «¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres». Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó: «Déjenla, ¿por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo».
Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero, él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: ‘¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él les dijo a dos de ellos: «Vayan a la cuidad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’. Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena». Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:
«Yo les aseguro que uno de ustedes, me va a entregar: uno que está comiendo conmigo, me va a entregar». Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo?».
Él respondió: «Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!».
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen: esto es mi cuerpo». Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:
«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:
«Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea». Pedro replicó: «Aunque todos se escandalicen, yo no». Jesús le contestó: «Te aseguro que tú hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres». Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». Y los demás decían lo mismo.
Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Siéntense aquí mientras hago oración». Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo: «Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando».
Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía: «Padre, tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».
Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro: «Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu esta pronto, pero la carne es débil». De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo: «Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor».
Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: «Al que yo bese, ése es. Deténganlo y llévenselo bien sujeto». Llegó, se acercó y le dijo: «Maestro», y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvaino la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo: «¿Salieron ustedes a prenderme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estaba entre ustedes enseñando en el templo, y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras». Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana y lo detuvieron; pero él soltó la sabana y se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban.
Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron: «Nosotros le hemos oído decir: ‘Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no, edificado por los hombres’». Pero ni aún en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús: «¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?». Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?». Jesús contestó: «Sí lo soy. Y un día verán como el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y como viene entre las nubes del cielo». El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando: «¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?». Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: «Adivina quién fue», y los criados también le daban de bofetadas.
Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo: «Tú también andabas con Jesús Nazareno». Él lo negó, diciendo: «Ni sé ni entiendo lo que quieres decir». Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes: «Ése es uno de ellos». Pero él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: «Claro que eres uno de ellos, porque eres galileo». Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar: «No conozco a ese hombre del que hablan». Enseguida cantó un gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, tú me habrás negado tres», y rompió a llorar.
Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste le pregunto: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él respondió: «Si lo soy». Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le pregunto de nuevo: «¿No contestas nada? Mira de cuantas cosas te acusan». Jesús ya no le contesto nada, de modo que Pilato estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo: «¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?». Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato les volvió a preguntar: «¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?». Ellos gritaron: «¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más fuerte: «¡Crucifícalo!». Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con un manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo: «¡Viva el rey de los judíos!». Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver que le tocaba a cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores.
Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole: «¡Anda! Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz». Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían: «Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban.
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?» (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿porque me has abandonado?). Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Miren, está llamando a Elías». Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo: «Vamos a ver si viene Elías a bajarlo». Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio unos instantes)
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba enfrente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo: «De veras este hombre era Hijo de Dios».
Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José se fijaron en dónde lo ponían.

Reflexión
En la Semana Santa, durante la lectura de la pasión y muerte de Jesús, no es conveniente una postura de análisis o de investigación racional. Conviene estar en silencio. Leer muchas veces el texto, para experimentar de nuevo el amor de Dios que se revela en los comportamientos de Jesús ante quienes lo prenden, lo insultan, lo torturan y le dan muerte. En el curso de la lectura, no pensemos solo en Jesús, sino también en los millones de seres humanos que hoy están en las cárceles, torturados, insultados y asesinados.
De ahora en adelante, si quieres encontrar en realidad al Hijo de Dios, no lo busques en lo alto, ni en el lejano cielo, ni en el Templo cuyo velo se rasgó… Búscalo junto a ti, en el ser humano excluido, desfigurado, sin belleza. Búscalo en aquellos que, como Jesús, dan la vida por sus hermanos. Es allí donde Dios se esconde y se revela, y es allí donde podemos encontrarlo. Allí se encuentra la imagen desfigurada de Dios, del Hijo de Dios, de los hijos de Dios. ¡No hay prueba de amor más grande que dar la vida por los hermanos!
Con la resurrección de Jesús, el Padre anuncia al mundo entero esta Buena Noticia: Quien vive la vida como Jesús sirviendo a sus hermanos, es victorioso y vivirá para siempre, aunque muera y ¡aunque lo maten! ¡Es esta la Buena Noticia del Reino que nace de la Cruz!

Oración
Señor Jesús, bendice nuestro hogar, danos amor, paz y respeto, para que, respetándonos y amándonos te sepamos honrar en nuestra vida familiar, se tu el rey de nuestro hogar. Amén.

Acción
Hoy domingo de ramos, pondré una palma en la puerta de mi hogar y leeré en familia la pasión del Señor.
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5º Sábado Tiempo Cuaresma

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5º Sábado Tiempo Cuaresma🐟
El Evangelio de hoy
Juan 11, 45-56

En aquel tiempo, muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver que Jesús había resucitado a Lázaro, creyeron en él. Pero algunos de entre ellos fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron al sanedrín y decían: «¿Qué será bueno hacer? Ese hombre está haciendo muchos prodigios. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, van a venir los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación».
Pero uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Ustedes no saben nada. No comprenden que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que toda la nación perezca». Sin embargo, esto no lo dijo por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios, que estaban dispersos. Por lo tanto, desde aquel día tomaron la decisión de matarlo.
Por esta razón, Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la ciudad de Efraín, en la región contigua al desierto y allí se quedó con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos y muchos de las regiones circunvecinas llegaron a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús en el templo y se decían unos a otros: «¿Qué pasará? ¿No irá a venir para la fiesta?»

Reflexión
Cada vez que leo este pasaje del Evangelio me llama la atención hasta qué punto pude llegar la ceguera y la envidia de alguien. El comentario de los sumos sacerdotes y del sanedrín me parece realmente sin sentido: «Ese hombre está haciendo muchos prodigios. Si lo dejamos seguir así, todos van a creer en él, van a venir los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación». El problema, en el fondo, no es que los romanos fueran a destruir el templo, sino que «todos van a creer en él.» Es realmente impresionante hasta dónde podemos engañarnos nosotros mismos y ser capaces de actos tan viles como la muerte de un inocente cuando nuestros intereses se ven afectados. Esto es importante en nuestra vida, pues situaciones parecidas se pueden presentar en nuestra vida en donde podemos escudarnos detrás de «principios religiosos», en bien de «la Iglesia» para no perder nuestra posición social, un puesto determinado, y sobre todo, nuestro «estatus» dentro de una parroquia o grupo religioso. Es necesario abrir los ojos y ver, como dice san Pablo, que «todo coopera para el bien de los que aman a Dios». No te escudes nunca detrás de parapetos religiosos, lo más seguro es que lo que vayas a hacer sea en contra del mismo Dios o de su Iglesia, producto de tu ceguera espiritual.
(Evangelización Activa)

Oración
Señor Jesús, has dado tu vida por mí, me has redimido, has perdonado mi pecado y me das tu gracia para que pueda llegar al cielo. Amén.

Acción
Esta semana, Señor, voy a ir a misa todos los días y viviré con gran amor y gratitud la semana santa.
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El Evangelio de hoy
Juan 10, 31-42

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, los judíos cogieron piedras para apedrearlo. Jesús les dijo: «He realizado ante ustedes muchas obras buenas de parte del Padre, ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?»
Le contestaron los judíos: «No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por blasfemo, porque tú, no siendo más que un hombre, pretendes ser Dios». Jesús les replicó: «¿No está escrito en su ley: Yo les he dicho: Ustedes son dioses? Ahora bien, si ahí se llama dioses a quienes fue dirigida la palabra de Dios (y la Escritura no puede equivocarse), ¿cómo es que a mí, a quien el Padre consagró y envió al mundo, me llaman blasfemo porque he dicho: ‘Soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que puedan comprender que el Padre está en mí y yo en el Padre». Trataron entonces de apoderarse de él, pero se les escapó de las manos.
Luego regresó Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado en un principio y se quedó allí. Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ninguna señal prodigiosa; pero todo lo que Juan decía de éste, era verdad». Y muchos creyeron en él allí.

Reflexión
Cuando la vida del cristiano transcurre con demasiada tranquilidad, es muy posible que nuestro testimonio cristiano no esté siendo muy creíble a los ojos de los demás.
Nuestras obras dan testimonio, o deben darlo, de nuestra personalidad cristiana pues, al igual que Jesús, nosotros realizamos las obras que él mismo realizó, a fin de llevar a cabo el proyecto del Padre para nuestro mundo. No se trata pues de hablar tanto, sino de mostrar con nuestra propia vida que pertenecemos a Cristo, que su camino es nuestro camino, que sus proyectos son los nuestros. En fin, que ya no somos nosotros los que vivimos sino que es Cristo quien vive en nosotros. ¿Tus proyectos son los de Cristo? Y si lo son, ¿los defiendes y realizas con todo tu corazón?
(Evangelización Activa)

Oración
Dios mío, cuando el enemigo se levante contra mí para tentarme, cuando me critiquen por mi modo de vivir, cuando lo más sencillo sea huir o evadir una situación en verdad abrumadora, recuérdame, Señor, que tú salvas mi vida y me libras de la mano del maligno, así podré alabarte y cantar tu amor y tu bondad. Amén.

Acción
Hoy consagraré a Jesús mis dolores, penas, preocupaciones mediante un momento de oración.
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